martes, 12 de mayo de 2009


""el huey atlixcayoltli ""

luz del rayo mendoza perez nl:25

Un abrazador sol de mediodía nos invita a buscar espacio de sombra que mitigue el evidente calor y cansancio que encontramos en esta jornada llena de misticismo en honor del Huey Atlixcayotl. Sin embargo, que mejor descanzo que disfrutar de la danza "de moros y cristianos", similar a la que se realizaba hace 500 años, los pobladores de estas ricas tierras, o también observar los concursos de interesantes y simpáticas bandas de música, o de carretas y la de animales enflorados... o recorrer en detalle la muestra gastronómica y la exposición de flores y follajes o de artesanías en la plaza central de Atlixco...

De filiación náhuatl, los pobladores de este rico valle poblano vivían de la caza, la siembra y la recolección de productos agrícolas. Asimismo, se han localizado en los alrededores de Atlixco, abundantes vestigios arquelógicos, tales como entierros, adoratorios y pirámides aún inexploradas. En la mitad del cerro de San Miguel (antes conocido como Popocatita), junto a la ciudad, se halló cerámica del período Clásico y, un poco más arriba, se encuentra un adoratorio que conserva intactas las escaleras y el piso aún recubierto de estuco y bruñido. Con el creciente poderío mexica, los llanos de Atlixco eran el camino natural más fácil para cualquier ataque de parte de los pueblos del Valle de México, tal como lo señala Claude Davis en su obra: "los señorios independientes del imperio azteca".

Tras el recorrido de la región por los primeros españoles y su posterrior asentamiento, las fértiles tierras del valle de Atlixco fueron repartidas a importantes vecinos. Éstos iniciaron el cultivo de árboles y plantas de Castilla, para ser desplazados años después por el cultivo intensivo del trigo. Para diversos autores que se abocaron al estudio histórico de la zona, el valle fué el primer lugar de la Nueva España donde los conquistadores aplicaron técnicas agrícolas europeas, como el uso intensivo de la irrigación y la mano de obra asalariada.


Así, en 1570 se fundó la ciudad que alcanzaría un siglo después el rango del productor más importante en cereales de la Nueva España. Hoy, a 157 km (98 millas) de la capital mexicana,México D.F.(se llega por carretera) y a solo 20 minutos de la capital del estado de Puebla surge esta ciudad que alberga más de 92,000 habitantes. Aprovechando su agradable clima -los citadinos afirman con orgullo y modestia a la vez, que gozan del mejor clima del mundo-, los invernaderos se han convertido en la actualidad en uno de los pilares básicos que mueven la economía de la región. Las actividades principales se concentran en la plaza central, a la que nos acercamos con curiosidad observando la diversidad de visitantes y de puestos que exponen productos artesanales, alfarería, follajes, bebidas y alimentos nativos, prendas de vestir y cuadros entre otros".

Y mientras descendemos, el jolgorio crece en esta auténtica cuna de la identidad de grupos étnicos. un par de señoras, morenas y silenciosas y con bellos tocados de flores sobre la cabeza, nos indica algunos senderos, esos que se abren entre las hierbas de tanto pisar y caminar. Todos animados por el evento de mayor atracción y peligrosidad de la fiesta: el juego de los voladores, un pálido reflejo de antaño. Y comprobamos que también llegan de otros estados, como Hidalgo, Oaxaca, Veracruz y Tlaxcala, haciendo gala de su presencia los yaquis, los zapotecas, los huicholes, mazahuas, triques, mixes, tarascos y los reconocidos mayas -que nunca deben faltar- creando un verdadero collage de razas. De Puebla, contribuyen 11 regiones etnográficas a rendirle culto a Quetzalcóatl, agradeciendo el inicio de sus tiempos de cosecha (de los valles centrales, de la zona de los volcanes, de la tierra caliente, de la huasteca poblana, de los llanos, de la costa, entre otros)".

Ya instalados en la mitad del cerro, seguimos detalle a detalle los primeros rituales, en la Plaza de la Danza de San Miguel. La representación de una boda, con dos jóvenes de la zona de los Volcanes, la danza apache del grupo totonaco y un son tehuano del grupo originario de Salina Cruz, Oaxaca, son los números previos al "juego de los voladores". Ahora sí, todos los ojos de los cerca de 30,000 espectadores se concentran en la emocionante ceremonia. El sonido de la flautita (chirimia) y el tamborcito (teponaztle) -tan contagiante por su precisión como por su ritmo- es señal de comienzo y de trepar por ese palo de 35 metros de altura (115 pies), acción que realizan con destreza y agilidad encomiable. Ya en el tope, el caporal se coloca de cara al cielo, en el centro (lugar sagrado), y se dirige a todos los dioses, pidiéndo protección para cada uno de sus compañeros y para él. La primera invocación la hace para el volador que se situa al Oriente, luego para el del Poniente y el Norte, para terminar con el Sur. Cuando los cuatro voladores principian la primera de las 13 vueltas multiplicadas por 4 (voladores) suman 52, años que completaban un siglo indígena, años que eran el fin y el comienzo de una nueva era en la vida de los pueblos que fueron la raíz del México de hoy...y descienden sostenidos por esa soga, como si fuesen rayos de sol prestos a fecundar la tierra, es el momento culminante, cuando ya se suspira hondo y se relaja el cuerpo, los "pajaros" ya adquirieron su posición vertical y la muchedumbre descarga los merecidos aplausos. -Los voladores antiguamente utilizaban un disfraz de águila, ya que éstas representan a las almas de los guerreros muertos y sacrificados en las batallas. Estos regresan a la tierra para llenarla de frutos, flores, de de vida y belleza... nos aludía un compañero antropólogo al final de la ceremonia. la fiesta continúa, pero con el tiempo suficiente para instalarnos en ese anfiteatro tan cómodo, un poco agobiado por el calor que ese sol resplandeciente descarga sobre todos sin discriminación.

Disfrutamos del baile de la "Yancuitlalpeña", el grupo danzante que arribó de la vecina Magdalena Yancuitlalpan, acompañados paralelamente por sus músicos y los instrumentos típicos. Música autóctona con sonajas enmarcan la danza de los negros (enmascarados) de San Bernabé. La "danza del jarabe mixteco", la "chichipelada", el baile del panadero, entre otros, entretienen y regocijan a los asistentes, quienes motivan sus intereses permanente. En tanto a nuestro paso surgen humildes campesinas de Santa Lucía, con sus blusas de paño tan elegantes como las muchachitas de Santa Gabriel Chilac que las exhiben adornadas con lentejuelas, mientras portan pintorescas canastas de palma con flores naturales. Atravesaron ríos y montañas, a veces a pie, en mula o utilizando polvorientos camiones para embellecer esta mágica fiesta del Huey Atlxcayotl. Nos quedamos con un sabor mas que satisfactorio. Ese espíritu de entretener con música nativa, ese misticismo intacto que enorgullece a los nativos, esa habilidad para conmover sin tanto artificio y esa incansable generosidad por fomentar el patrimonio común vibrarán en el recuerdo hasta otro septiembre en que la huella de Atlixco de las flores nos vuelva marcar, compartiendo mitos y creencias y una ancestral forma de ver la realidad que aún mantiene vigencia.

CON ORGULLO, MUJERES ORIGINARIAS DE MAGDALENA YANCUITLALPAN, PEQUEÑA LOCALIDAD DEL ESTADO DE PUEBLA, LUCEN TOCADOS EN LA CABEZA ELABORADOS POR ELLAS MISMAS MIENTRAS DANZAN PORTANDO CANASTAS CON OFRENDAS DE FLORES QUE TAMBIEN PREPARARON CON ESPECIAL DETALLE PARA LA FIESTA DEL HUEY ATLIXCOYOTL.

No hay comentarios.: